En 2020, la pandemia de coronavirus obligó al mundo a detenerse. Durante meses de aislamiento, mi esposo, Papi Martín, y yo tuvimos el tiempo para reflexionar sobre la vida y la familia que deseábamos formar. Siempre habíamos hablado de la posibilidad de ser padres, y sin distracciones, finalmente comenzamos a investigar el camino a la gestación subrogada.
El 16 de septiembre de 2020, dimos el primer paso al contactar con PrimaVita Surrogacy, una agencia en Austin, Texas. Sin embargo, la emoción rápidamente se convirtió en preocupación: el costo estimado era de $120,000 dólares.
En ese momento, habíamos ahorrado durante tres años y teníamos alrededor de $30,000 dólares en el banco. Nos dimos cuenta de que, al ritmo en el que estábamos, nos llevaría al menos nueve años más alcanzar la cantidad necesaria. A pesar de buscar alternativas, descubrimos que en Estados Unidos los costos de la subrogación no variaban mucho, con algunas agencias cobrando hasta $150,000 dólares.
Para una pareja gay masculina, el proceso de gestación subrogada es complejo tanto a nivel médico como legal. Primero, necesitábamos una donante de óvulos, quien sería la madre biológica del bebé, pero sin posibilidad de conocerla o interactuar con ella. Luego, debíamos decidir quién de los dos aportaría el esperma para la creación de embriones en laboratorio, seguido de una Prueba Genética Preimplantacional (PGT).
Finalmente, los embriones se transferirían a la madre subrogada, quien gestaría al bebé, aunque sin un vínculo genético con él. Aprendimos mucho en esta etapa inicial, pero lo más importante fue que debíamos hacer cambios drásticos en nuestras vidas y hábitos financieros si realmente queríamos convertirnos en padres.
La búsqueda continúa
Aparte de comprar nuestra primera casa, nunca habíamos considerado una inversión de más de $100,000 dólares. En varias ocasiones, pensamos en venderla porque sabíamos que formar una familia era lo más importante para nosotros. Sin embargo, nos sentimos desanimados y abandonamos la idea de la subrogación hasta noviembre de 2021.
Un día, una publicación en Facebook sobre subrogación en Cancún, México, llamó nuestra atención. Después de la decepcionante experiencia con agencias en Estados Unidos, decidimos explorar esta posibilidad.
Uno de nuestros amigos mencionó haber oído hablar de Miracle Surrogacy, también a través de redes sociales. Al investigar, nos dimos cuenta de que su estrategia de marketing se basaba principalmente en plataformas digitales. A pesar de estar emocionados, teníamos temor de que fuera otra desilusión.
Agendamos una cita para hablar con sus representantes. Tras una confusión de horarios, recibimos la llamada, que resultó ser únicamente de audio, sin videollamada. La conversación fue rápida, impersonal y parecía un discurso ensayado. Cuando finalizó, nos sentimos vacíos e insatisfechos.
El correo electrónico que recibimos después contenía un mensaje genérico y sin autenticidad, pero al menos incluía la información sobre costos: el paquete Premium costaba casi $60,000 dólares, una cantidad que podríamos considerar alcanzar con esfuerzo.
Un giro inesperado
Para entonces, era diciembre de 2021 y ya habíamos planificado un viaje familiar a Cancún en marzo de 2022. Decidimos que tomaríamos un día libre para visitar Miracle Surrogacy y evaluar si esta era la agencia indicada.
Sin embargo, esa visita nunca ocurrió.
Antes del viaje, compartimos nuestra experiencia con nuestros amigos cercanos, Erika y Robert, durante una cena. Lo que comenzó como una conversación casual terminó siendo un giro crucial en nuestra búsqueda.
Si bien no compartiremos los detalles por respeto a la privacidad de nuestros amigos, la información más importante que surgió de esa charla fue el nombre de una nueva agencia: FertyCare.
Ubicada en la Ciudad de México, FertyCare sonaba como una opción prometedora. Lo más relevante era que teníamos un contacto cercano que había utilizado sus servicios con éxito.
Entusiasmados con esta nueva posibilidad, llamamos a la agencia tan pronto como conseguimos su número. Luego, tomamos la decisión de acortar nuestro viaje a Cancún y volar a la Ciudad de México para conocer al equipo de FertyCare en persona.
Su personal nos recibió con los brazos abiertos y, por primera vez, sentimos que nuestra jornada hacia la paternidad realmente había comenzado.
FertyCare
“Bring light to your rainbow!”